El Barrio Chino, en Centro Habana, no es ni remotamente un lugar carente de color; pero en medio de ese sitio en el que todos los sentidos pueden rozar la intensidad, una propuesta de Galleria Continua –en Rayo 108, entre Zanja y Dragones– invita a repensar nuestra relación con la luz y el movimiento.
Regreso es el título de la exposición de Julio Le Parc (Argentina, 1928) que marca la vuelta de su obra a Cuba, como continuidad de una relación larga y fecunda entre el pintor, escultor y artista visual, y la Isla; vínculo signado por Casa de las Américas, donde hace 13 años se expusieron sus creaciones por última vez, y donde realizó múltiples exposiciones personales, y se conservan algunas piezas suyas.
En esta ocasión, y según las notas que introducen la muestra (abierta desde inicios de diciembre del año pasado y hasta el 3 de febrero próximo), se «ofrece una selección de casi 35 obras representativas del singular lenguaje artístico del autor desde 1959, cuando desarrolló un enfoque independiente, aplicando principios organizativos rigurosos en sus pinturas, hasta la actualidad».
Asimismo, «abarca una variedad de formatos y medios, tales como pinturas, modulaciones en acero, madera o metal». Todo es sorprendente en ese encuentro con Le Parc, y demostrativo de las razones tras su reconocimiento universal, como precursor del arte cinético y del Op Arte.
Las búsquedas del creador con el movimiento, el color y el reflejo de la luz suponen en el espectador, más allá de la sugerencia, el mandato de indagar en sí mismo: luego de las sensaciones, se abre paso la imaginación.
Sin duda alguna, el móvil de la esfera roja, Sphère Rouge (2001-2013), con sus más de cinco metros de altura, es el punto culminante en ese proceso de asombro; «compuesta por cientos de placas de plexigás rojo translúcido, la monumental instalación, suspendida del techo, crea un juego de transparencias, movimiento, colores, luces y sombra. La irregularidad de las formas hace que cada punto de luz dé la sensación de tener vida propia».
La esfera –de la serie Móviles Continuos– no solo ilumina el espacio, sino también a quien la mira, de disímiles formas; así quien ve es también visto y se observa, deconstruido. De tal manera, la obra de arte se sale de sus límites y el proceso de percepción cambia según el punto del que se mire; o, por ejemplo, de que haya o no brisa.
Regreso nos puede llegar incluso a afectar corporalmente; mareo, inestabilidad o cierta y disfrutable zozobra pueden resultar de los fructíferos hallazgos de quien ha dicho que, para él, el espectador está en pie de igualdad, y no debe sentirse ni sometido ni dominado.
Optimismo, eso es lo que quiere Le Parc que sienta la gente luego de ver su trabajo, y eso es lo que se experimenta tras estar en contacto con la belleza, la inteligencia y las propuestas que, por su autenticidad, siguen resultando nuevas incluso años después de su concepción.
No hace falta nivel alguno de experticia en el arte contemporáneo para disfrutar de esta exposición, basta dejarse seducir, y salir a mirar con ojos nuevos el Barrio Chino; quizá sin entender del todo qué ha cambiado en nuestra mirada la de Julio Le Parc.