No han cejado en destruirla los que adversan la obra humana de la Revolución, aunque para tan pérfido propósito la vida de una persona, o las de todo un pueblo no valga nada.
A Cuba la han querido desaparecer mientras trabaja y lucha por su desarrollo. A los planes de asfixia por hambre, por desconsuelo, por la incredulidad de su gente, y por hacer del desespero y el caos el fin de su Gobierno, se suman los planes de destrucción de la economía con acciones terroristas, y de incentivar la violencia interna, para matarnos entre los que vivimos orgullosos de la Patria que construimos.
Para defender la vida de las cubanas y los cubanos, una silenciosa y heroica batalla se libra día a día, desde órganos especiales de las entidades de la defensa del país. No es casual que la Dirección de la Seguridad del Estado cumpla hoy 65 años, los mismos que tiene la Revolución, porque no ha dejado de cuidarla, de protegerla, que es lo mismo que velar por la tranquilidad, el desarrollo y la paz de la nación.
Ese día de 1959, los tres servicios de seguridad existentes, el Departamento de Investigaciones del Ejército Rebelde (DIER), el G-2 de la Policía Nacional Revolucionaria (G-2 PNR), creado en enero; y el Buró de Investigaciones Navales, heredado de la tiranía batistiana, se fusionaron para constituir una sola institución que respondiera a los intereses del pueblo. Aun con el nombre de DIER, quedó a las órdenes del Comandante Ramiro Valdés Menéndez.
En junio de 1961, el Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario promulgó la Ley 940, que constituyó el Ministerio del Interior (Minint), designándose al Comandante Valdés Menéndez como ministro. Ese organismo asumió la Dirección de Inteligencia G-2 del Minfar, y creó el Departamento de Seguridad del Estado.
Cuba siente profundo orgullo por esos hombres y mujeres del silencio, que no reclaman méritos, que viven en el peligro. Sobre ellos, Fidel expresó: «En muchos frentes se ve el esfuerzo, se ve el resultado, se ven los frutos. Hay otros frentes de la Revolución que, en cambio no resultan fáciles esos momentos culminantes y que, sin embargo, es un trabajo que se realiza día a día, incesantemente, preñado de sacrificio, de heroísmo; del heroísmo ese callado de los hombres que, en el cumplimiento de su deber, bien sea un miembro de la Seguridad del Estado, bien sea un compañero que vigila el tránsito, bien sea un compañero que trabaje en el Departamento de Incendios, o compañeros que guardan el orden público, o compañeros que se infiltran en las filas de los enemigos y que tienen por tanto la amarguísima tarea de pasar por contrarrevolucionarios para servir a la Revolución, bien aquellos compañeros que en la lucha contra las actividades de los enemigos…».
Fue el propio Comandante en Jefe singular testigo de la heroicidad de estos hombres y mujeres, porque el enemigo buscó aniquilarlo y, con su muerte, el liderazgo de la Revolución, para que ella también fuera arrasada. Hasta el año 2007 se registraron 638 intentos de asesinato en distintas fases de desarrollo, llegando a ejecutarse más de un centenar que fueron desmantelados; aunque contaron con medios, oportunidades y ejecutores determinados para ello, y fracasaron por la acción de los servicios de seguridad o la cobardía de sus autores.
Por eso la historia de la Seguridad del Estado es la historia de la resistencia de todo un país. Es también una historia de creación heroica.