¿Cómo se escribe esta crónica si no es con el corazón, a pecho abierto, de Erlis Casanova? Me preguntaba, también, en la misma medida que pasaban los innings que él llenaba de ceros ante los furiosos bates matanceros, lo mismo que el poeta: ¿Qué tipo de adjetivos se deben usar para hacer el poema de este hombre?
Pero no hay palabras ni frases que expresen las emociones vividas en cada uno de sus 113 lanzamientos, porque él las escribió en versos, desde lo alto de la lomita del estadio 26 de Julio, de Artemisa. Allí, no estuvo solo.
Al filo de la una y media de la tarde de este nublado sábado, apareció bajo una lluvia de aplausos, que crecía por cada paso que daba hacia el montículo. Encaramado en la cima beisbolera, dibujo un corazón con sus dos manos, miró al cielo, elevó los brazos, y otra vez las palmadas de respeto lo premiaron. Fue entonces que salieron sus compañeros a defender los colores artemiseños, en el cuarto duelo de la final de la II Liga Élite, casi obligados a vencer.
Aficionados, periodistas, jugadores, entrenadores, y él también, sabían que, si alguien podía forzar un sexto partido por el título, ese era el moreno pinareño, el hijo del Señor pelotero, Luis Giraldo. Había dejado firme su compromiso con Artemisa y con su equipo: lanzaría.
Hasta el séptimo acto de la obra poética de Casanova, solo cinco jits habían podido pegarle los galácticos Cocodrilos, quienes ya tenían cinco ponches, y ninguno de ellos fue a primera por una bola fuera de la zona de strike. En la octava, en su apertura, dio su primer boleto, cual síntoma del exceso de trabajo, luego dos indiscutibles y un sacrificio le pusieron hombres en tercera y segunda, y Ariel Sánchez pegó doble impulsor de dos carreras, con su jit 1999.
En esa situación, y con Yordanis Samón, en home, ya con dos imparables, el alto mando de los Cazadores dio la orden de sustituirlo, pero el señaló con el dedo, haciendo la señal de uno más. Dominó a Samón. A los Cocodrilos les quedaban una oportunidad. ¿Frente a él? Sí, salió, para que el estadio lo volviera a aupar a viva voz, coreando otra vez su nombre, por cada out que sacaba, y cuando cayó el último, el 27, el de la victoria, volvió a dibujar un corazón con sus dos manos, miró al cielo y elevó los brazos.
«Hoy (ayer) todos fuimos Erlis, nadie lo quería ver perder, tal vez ni Matanzas», me dijo mi colega Ricardo López Hevia. El reto era grande, pero no más que él ni que el motivo que lo inspiraba. Hacía más de 15 días que no lanzaba, la enfermedad de su esposa, que terminó por despedirla físicamente, lo había separado de los strikes.
Pero regresó vencedor, con toda la fuerza que el amor le da al compromiso, ese que su director, Yulieski González, también contrajo con la decisión de su pitcher. Quería los nueve innings.
«Yo no tenía fuerza para sacarlo del box. Él sabía que, tácticamente, era lo aconsejable, pero faltaría a la palabra que me dio de darlo todo por este equipo, y más que eso, a su musa. Si se perdía, no pasaba nada, lo que no podía quedar mal era con Erlis, con su grandeza. Por eso lo dejé hasta el final. Ha sido una tarde que sé que no olvidaré», aseguró.
¿Quién dijo entonces que la pelota es un juego? Es una amalgama de sentimientos, de pasiones, con picos de emoción que solo los pechos saben cuánto abrazan en lo más hondo. La pelota es un compromiso con la gente de Cuba. Por eso Erlis vino y ganó; por eso Frederich Cepeda, está con Artemisa, apenas sin poder caminar, y para respaldar a Casanova, también retornó el sábado, y no le pudieron poner outs; por eso el lanzador Yunieski García, le exige al médico que le autorice tirar, a pesar de su esguince de tobillo.
Así van con Matanzas Rusney Castillo, con un esfuerzo supremo porque su abductor derecho no lo deja ni dar un paso; el Grillo Arruebarruena, con un grano al que no le hace caso, pese a su diabetes; o Alexander Pozo, con un estado febril permanente, pero sin dejar de estar en el estadio, por si es necesario su bate de líder en average de la Liga.
La pelota es arte, como la música es una mezcla de audaces politonales, como la poesía, el reflejo de lo que se vive y sentimos. Cuba la lleva en su alma, es motivadora e inspira. De ella nacen amores como el de Erlis y Susana, tan bellos como el poema, en su nombre, que nos regaló con su brazo de lanzar, como si hubiera escrito los versos de Petrarca, en el muy lejano siglo XII: Y benditos mis versos y mi arte / pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento, / puesto que ella tan sólo lo comparte.