Las características y ubicación del cuartel Moncada, otrora Reina Mercedes, en la segunda ciudad en importancia del país, propició que fuera objeto de no pocos planes de ataques y ocupación como detonantes de movimientos insurreccionales.
Los intentos más conocidos son el del revolucionario Antonio Guiteras Holmes, quien se propuso el bombardeo sorpresivo a la fortaleza y otros objetivos, el 29 de abril de 1933, y el efectuado por Fidel Castro y la Generación del Centenario, el 26 de julio de 1953. Sin embargo, no es muy popular la vinculación del Mayor General Antonio Maceo con esta fecha y con este recinto militar.
Con el pretexto de vender algunas propiedades de su madre, el 30 de enero de 1890, Maceo regresó a Cuba, atormentado por la idea de volver por vía española, cuando en realidad deseaba la guerra y el exterminio del sistema colonial.
Había concebido un plan conspirativo que, a diferencia de la gran mayoría de los proyectos anteriores, no se gestaría desde el exterior, sino con el traslado y acción de su principal dirigente a la Isla, y una vez iniciado se procuraría el envío de recursos para la participación de los generales Máximo Gómez, Francisco Carrillo, Serafín Sánchez y otros.
A su llegada al muelle santiaguero, donde el barco hizo escala, se mantuvo en el camarote para ocultar su tristeza, no ver el deplorable estado de su ciudad natal y evitar el recelo de las autoridades coloniales. Aún así, fue visitado por varios familiares y compatriotas, entre ellos Flor Crombet y Antonio Colás, que le comunicaron el grado de efervescencia existente en la región, a quienes manifestó su propósito de «hacer en toda la Isla una propaganda activa a favor de un pronto pronunciamiento revolucionario, puesto que todos me manifestaron que la provincia oriental estaba lista y solo esperaba una señal».
En su trayecto hacia la capital, el barco hizo escala en Baracoa, Gibara y Nuevitas, donde también recibió grandes agasajos por compatriotas de la guerra pasada. A todos les anunció aguardaran por su pronto regreso: «Yo les hice presente que podían asegurar que mi vuelta a Cuba no obedecía a otra cosa, que mis propósitos eran revolucionar la Isla y lanzarme a la lucha armada, no obstante que me veía en el caso de aparentar lo contrario, disimulando mis pasos en el país con varias cosas que intentaba hacer».
El 5 de febrero arribó a La Habana, donde permaneció varios meses y fue agasajado por diversas sociedades, gremios, veteranos y simpatizantes de la causa revolucionaria; pero cambios operados en Cuba con la muerte del Capitán General Manuel Salamanca, y en España relacionados con la renuncia de Práxedes Mateo Sagasta como jefe del gabinete liberal, y la designación de Camilo García Polavieja como Capitán General, representante del Partido Conservador, incidieron en que Maceo decidiera acelerar los planes y se trasladara a Santiago de Cuba, donde las condiciones eran más favorables para dar inicio a sus propósitos revolucionarios, dadas las condiciones combativas y la situación geográfica de la indómita región.
Llegó a Santiago en la mañana del 25 de julio, Día de Santiago Apóstol y de tradicionales fiestas de mamarrachos, como se decía entonces a los carnavales, alojándose en el hotel Louvre. «Mi alma, ulcerada por las muchas heridas que tengo sufridas por la causa de la libertad, empezó a sentir regocijo y a concebir verdaderas esperanzas de inmediato triunfo, con las sinceras declaraciones de aquel pueblo abnegado para el sufrimiento y grande para el sacrificio de sus vidas e intereses en aras de la libertad; la expansión de mi espíritu fue infinita y cada vez más grande y sólida, […] La tristeza y la melancolía que produce la existencia a los que luchan por la libertad, los sinsabores y disgustos de mi angustiada vida política desaparecieron con las halagadoras y entusiastas promesas de todo aquel pueblo, aumentadas cada vez más y más con la uniformidad de ideas y pensamientos de toda la provincia oriental, que pide a gritos y clamores su libertad».
Al día siguiente, Día de la Santa Ana, con el pretexto de celebrar al jefe mambí, se organizó una cena en casa de Francisco Fernández Rizo, en San Mateo, No. 21, muy cerca de la casa natal del héroe. Aquí, enmascarados por las festividades carnavalescas, se reunieron varios patriotas, entre ellos Guillermón Moncada, Quintín Bandera y Victoriano Garzón.
En el encuentro fueron presentados y analizados varios planes insurreccionales, «entre los que abundaron los de Don Urbano Sánchez Hechavarría, sobresaliendo por su importancia y magnitud cuantos me presentan, verdaderamente realizables por lo bien combinados. Estos eran: tomar los cuarteles de Artillería, Mercedes, Príncipe Alfonso, Concha y El Morro, todos a una hora dada y por medio de sorpresa».
El plan presentado y aprobado el 26 de julio pretendía levantar en armas a la ciudad, el 8 de septiembre, día de celebración religiosa, en homenaje a la virgen de la Caridad del Cobre. Sería apoyado por otras ciudades orientales como Bayamo, Manzanillo, Jiguaní, Guantánamo y Holguín, y constituiría el detonante para la insurrección y posterior desembarco de Máximo Gómez y otros jefes desde el exterior. De inmediato, se despacharon instrucciones hacia estas localidades.
En los días siguientes se reunió con compatriotas, tabaqueros, la Sociedad Filarmónica, visitó las localidades de El Cristo, Dos Caminos y San Luis, donde fue ampliamente aclamado. Es en este contexto que se produjo una de sus manifestaciones antinjerencistas más conocida, cuando en el café La Venus, el 29 de julio, al responder a las palabras del joven Hernández Mancebo
–quien aludía que Cuba llegaría a ser una estrella más en la bandera norteamericana–, aseveró: «Creo, joven, aunque me parece imposible, que ese sería el único caso en que tal vez mi espada estaría al lado de los españoles».
En el territorio santiaguero existían condiciones favorables para el pronunciamiento revolucionario, que se acrecentaron con la llegada del Héroe de Baraguá, cuestión que motivó que el recién designado capitán general Camilo García Polavieja, que conocía a Maceo por su actuación en la Guerra Grande y en la entrevista de Mangos de Baraguá, y a quien consideraba «astuto, tenaz, muy ambicioso […] de prestigio entre la raza de color», se aprestó a impedir la consumación del movimiento, expulsando a Maceo de Cuba.
El 26 de agosto ordenó al Gobernador Civil de Santiago de Cuba que adoptara las medidas necesarias para «evitar escándalos y manifestaciones», y que unas horas antes de la salida del primer vapor para Jamaica o para otro punto, hiciese saber a Maceo que, junto a su esposa y otros familiares, debía abandonar la ciudad.
El 30 de agosto de 1890, Antonio Maceo y su esposa María Cabrales, quien había llegado diez días antes para participar en el movimiento, fueron expulsados de Cuba en el vapor Cienfuegos, en dirección a Nueva York y a Kingston.
Este nuevo intento revolucionario no fructificó, debido a la posición asumida por los propietarios de minas de esta región, los cambios políticos ocurridos en España, así como por la intensa actividad del espionaje español que detectó las diversas actividades de Maceo y mantuvo el interés de dividir las filas revolucionarias y conceder al movimiento un matiz racista y los intereses vinculados a la explotación y exportación de manganeso. Finalizaba un nuevo intento independentista conocido como La Paz del Manganeso.
Sesenta y tres años después, Fidel Castro y más de un centenar de jóvenes de la Generación del Centenario escogieron la ciudad de Santiago de Cuba para iniciar el proceso revolucionario contra la dictadura de Fulgencio Batista, debido a sus condiciones geográficas y patrióticas, favorables para la lucha, para lograr sus propósitos decidieron el ataque de forma simultánea y sorpresiva a varias de las fortalezas aprobadas por Maceo el 26 de julio de 1890; el cuartel Reina Mercedes (Moncada), el hospital Príncipe Alfonso (hospital civil Saturnino Lora) y el cuartel de Concha, aledaño al Palacio de Justicia.
Este sería también el detonante, el motor pequeño que echaría a andar el motor grande de la Revolución que, de igual manera, pretendía el apoyo desde otras regiones del Oriente cubano, como Bayamo.
Como Maceo, muchos de los combatientes llegaron a la ciudad el 25 de julio, día de Santiago Apóstol, enmascarados por las tradicionales fiestas de carnaval, que además, enmascararon el traslado desde la Granjita Siboney hacia el cuartel, en la madrugada del 26.
Si tenemos en cuenta las palabras de nuestro máximo líder en el acto por el Centenario de la Protesta de Baraguá, el 15 de marzo de 1978: «Nuestra generación recibió la herencia, el espíritu de todo lo que hicieron aquellas generaciones: la herencia de Céspedes y Yara, la herencia de Agramonte, Calixto García, Máximo Gómez, la herencia de Maceo».
No solo hay coincidencia o casualidad, sino también continuidad.