Enero nos regala sus últimas 24 horas al compás del ida y vuelta de la pelota, de la comunicación secreta entre los lanzadores y los receptores. Esa fecha, en 1954, 1965 y 1974, acogió el nacimiento de Juan Castro, Omar Ajete y Ariel Pestano, en dos provincias legendarias en el béisbol revolucionario cubano: Pinar del Río y Villa Clara.

Pestano y Juanito, para muchos las dos cumbres más altas en la receptoría de la Isla, al menos desde el inicio de las Series Nacionales, y entre ambos surgió un maestro del montículo, destinado a cargar el peso de la victoria con su mano zurda.

Los tres contribuyeron a la magia en los torneos de casa y los foráneos desde los años 70 del pasado siglo hasta inicios de la vigesimoprimera centuria.

Aunque el tiempo obligó a Juan Castro a abandonar sus arreos, nos acompaña el recuerdo de su elegancia y su capacidad para detener los envíos descontrolados. Su dominio de la mascota le aseguró el menor porcentaje de passball en la Mayor de las Antillas, y su efectividad ante los intentos de robo lo ubican entre los punteros en ese acápite.

A Pestano lo eterniza su liderazgo, su capacidad analítica, su manejo de los lanzadores, sus 427 cogidos robando, sus batazos oportunos para gritar ¡Ahora! y desterrar el nunca.

Al serpentinero de «la mano equivocada» lo dibujan sus 137 salidas completas, 179 victorias y 31 lechadas en series nacionales. También hablan por él sus lideratos en carreras limpias, blanqueadas, triunfos, ponches y entradas de trabajo en un período de apenas cinco años en las lides selectivas, durante la última década del pasado siglo.

El primero de los nacidos en la misma fecha defendió el plato en los campeonatos mundiales de La Habana 1984, Holanda 1986 e Italia dos años después, entre otros certámenes internacionales. Ajete contribuyó a la consagración olímpica del béisbol cubano en Barcelona-1992 y en Atlanta-1996.

Pestano brilló en la corona de los Jugos de Atenas 2004, con liderazgos solitarios o compartidos en imparables (18), dobles (5), impulsadas (14) y promedio ofensivo (.512). En el Primer Clásico Mundial estampó la imagen en la que retira en la goma a su homólogo puertorriqueño Iván Rodríguez, considerado entre los dos más estelares de las Grandes Ligas estadounidenses, quien expresó su la admiración por el villaclareño.

Las injusticias también los hermanan. Al lanzador lo atrapó el torbellino de los retiros prematuros. Pestano quedó excluido del Tercer Clásico Mundial y respondió con aquel cuadrangular que «tiñó de naranja la noche», en el santaclareño parque Augusto César Sandino. Juan Castro sufrió la mayor iniquidad, cuando un padecimiento físico marcó la despedida de su pueblo, su tierra y su vida a sus 66 años.

Miles, quizá millones de personas, han abrazado la existencia un 31 de enero, y entre ellos aparecieron, en Cuba, tres bebés amparados por la estrella de los grandes peloteros.

Por federico

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