Habla de Cuba y sonríe. Es la segunda vez que Conceição Evaristo viene a la Isla y la emoción, además de decirla, se le nota en el rostro. La 32 Feria del Libro, y dentro de ella el espacio Encuentro con…, conducido por la periodista Magda Resik, nos permite la cercanía con esta mujer, cuya historia de vida conmueve. Así lo pudo constatar un público que, para estar junto a ella, se llegó, por estos días, hasta la Calle de Madera del capitalino Centro Histórico de la Ciudad.

No es casual que, entre las primeras palabras de esta destacada poeta y novelista negra, una de las voces más importantes de la literatura brasileña contemporánea de su país, mencione la dignidad del pueblo cubano como el primero de sus pensamientos.

Como una historia peligrosa suele definir la suya, marcada por la pobreza. Nos recuerda que en Brasil las personas descendientes de pueblos esclavizados están en los segmentos más pobres de la población.  Y cuenta que, en su familia, las mujeres han trabajado en servicios muy desvalorizados para la sociedad. Todas heredaron el trabajo doméstico de la casa grande de los amos. Incluso, ella misma. De eso no se libró, y fue empleada doméstica, mientras se formaba como profesora.

Graduada en Río de Janeiro, en literatura portuguesa, con una maestría en literatura brasileña, y un doctorado en literatura comparada, expuso que «en Brasil el discurso de la meritocracia –que intenta anular proyectos como las razones afirmativas, que ganan fuerza en el Gobierno de Lula, y que crean un porciento de plazas para indígenas y afrobrasileños– es muy fuerte, y dice que, si la persona trabaja, se esfuerza y estudia, no necesita de esas acciones. Es un discurso peligroso, porque historias como la mía son una excepción», explica.

A la niña Conceição siempre le gustó escribir. «No nací rodeada de libros, nací rodeada de palabras», asegura, y con los ojos idos hacia la infancia, recuerda que lo que sí siempre tuvo fue narración oral.

Sobre las «escrevivências», un término que lleva su cuño, explica que se trata de una creación literaria en el que confluyen un sujeto poético y uno autoral, el autor vive y se ve en su propio texto. Así surge ese collage, que usa cuando relata las historias de los afrobrasileños, y se puede asociar a cualquier otro grupo discriminado.

De la poesía, dice, «es un espacio de vida, principalmente para los pueblos que pasaron por procesos de colonización», y es donde se puede expresar el ser humano. De la oralidad, que es donde se explicitan los sueños, «la poesía sobrevive porque es el lugar de la insatisfacción, del poder decir y de la seducción», aseguró.

«Cuando leo la poesía de Georgina Herrera, yo soy Georgina Herrera, estoy hablando con ella», refirió, y al escuchar el público la identificación con la querida poeta cubana, se sintió ensalzado. «En un mundo como el de hoy, tan cruel, duro e inhumano, yo creo que la poesía es el lugar donde las personas se humanizan», resumió.

De imaginarios en torno a la supuesta fortaleza de las mujeres negras, «que nace de la propia esclavitud», explicó que existe una «investigación» que así lo asegura, porque «comprueba» que «las mujeres negras son las que menos reciben anestesia cuando paren, partiendo del presupuesto de que somos fuertes y no sentimos el dolor. Este tipo de fortaleza nos deshumaniza, esa no la queremos», aseveró. Y habló de que es la sobrevivencia la que inspira que ellas busquen juntas una fortaleza.

«No puedo negar que tenemos fortaleza, pero es una fortaleza que uno se construye». Entonces, efusiva como es, señaló a una mujer del público que la escuchaba sin pestañear: «Cuando miro a esa mujer negra y veo que sonríe, y me mira, y tal vez piensa que me parezco a su abuela, entonces eso me fortalece, como también sentir que en este espacio todos nos están apoyando».

Transmitió sus experiencias vividas en Cuba –«que tiene un espacio en mi corazón»–, en Estados Unidos, África del Sur y París, y describió esa complicidad que existe entre los que han venido de pueblos sometidos. «Cuando intercambiamos una mirada, ni siquiera hace falta sonreír», dijo.

El hecho de estar en ese mundo disperso y diaspórico nos fortalece, y saber que muchas mujeres en Brasil están deseando ahora mismo que yo tenga aquí una buena estancia, también, comentó.

Con estas palabras cerraba la cálida charla con Conceição Evaristo, mas no el encuentro. Por un buen rato, el afecto, crecido tras el espacio compartido, se transmutó en conversaciones más íntimas, abrazos y fotografías con esta inmensa mujer, ejemplo de resistencia y gallardía.

Por federico

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